2020, ¿será para las empresas un año mejor o peor que 2019?
Palabras más, palabras menos, la pregunta se escucha hoy en casi todo espacio empresarial.
Imposible responderla de forma binaria. Lo que sí es posible es proponer una reflexión a partir de la siguiente premisa: si bien hay algunas empresas que acabarán reportando crecimiento al cierre de 2019, la gran mayoría reportará reducción en sus ventas, deterioro en sus procesos de cobranza o revisión a la baja en sus procesos de inversión.
Ya es poco relevante si este año el producto interno bruto del país acabará registrando cero, unas décimas más, o unas décimas menos. El sentimiento generalizado entre dueños y directores de empresas es que a la economía “le pusieron el freno de mano’.
¿Qué se puede esperar entonces en 2020? Aquí mi respuesta en tres componentes; el negativo, el pragmático y el optimista.
1) En matemáticas, el inercial de cero es cero.- Con inversión pública en el sector público en niveles raquíticos e inversiones cautelosas o limitadas a capital sostenible en el sector privado, ¿por qué habría de esperarse un viraje sorpresivamente positivo en la economía mexicana en su conjunto?
Si es razonablemente uniforme la visión de que la reducción del dinamismo de la economía mexicana es autoinfligida, tiene que imperar la congruencia analítica para sostener que el cambio de tendencia debe ser un esfuerzo endógeno.
2) Ningún empresario se puede ya llamar sorprendido.- Y es que en 2019 cupieron varios argumentos: que no se esperaba un freno tan intempestivo; que la falta de experiencia burocrática era el factor de más peso para el freno de pagos en dependencias y empresas estratégicas del Estado; que habría decisiones modificadas o reconsideradas cuando se notaran los efectos nocivos en la economía.
Para bien y para mal, el panorama macro-económico del 2020 está bastante claro y, como consecuencia, las empresas ya habrán o están recalibrando expectativas, presupuestos o estimaciones a la nueva dinámica estancada imperante. Salvo ilusos o ilusionados, nadie puede afirmar que no está siendo prevenido.
3) Siempre es posible más diversificación estratégica.- En la empresa cuando se te frena un cliente, buscas otro. Cuando se te cierra un mercado, abres uno más. Cuando se estanca una jurisdicción, ingresas a otra a buscar nuevas oportunidades. El dinamismo del esfuerzo comercial obliga a buscar nuevas fronteras cuando los negocios ‘de siempre’ se ven frenados o afectados.
Sin importar el sector en el que estén el grueso de tus ventas o la industria a la que principalmente sirvas, cada negocio está forzado a diversificar más y mejor, con lo que deba y en donde se pueda.
No todos los efectos son negativos en un entorno estancado. Para los jugadores en buena posición financiera o con elementos que ofrecen competitividad estructural en varios mercados, una economía frenada decanta jugadores marginales, ofrece conversaciones con nuevas contrapartes que en otra situación no hubieran sido prioridad y estimula la revisión de cada área interna con una lógica renovada de aportación de valor.
¿Viene una crisis mayor o un viraje positivo? Es prematuro aventurar. Tienen razón quienes en el círculo rojo opinan que siempre las cosas se pueden poner peor, pero también la tienen quienes en el mundo productivo afirman que los periodos de incertidumbre abren nuevas posibilidades y que los momentos de cambio forzado pueden ser convertidos en progreso continuado.
Y aunque algunos sostienen que hay que tener exceso de cautela recordando el dicho popular de que “el que con leche se quema, hasta al jocoque le sopla”, soy más partidario de la afirmación de Warren Buffett quien –palabras más, palabras menos— solía decir en múltiples juntas de Consejo que “cuando unos lloran, otros venden pañuelos”.