3 consejos clave para preparar una buena conferencia magistral
Ni a todos se les facilita hablar en público, ni es algo que los más lo hagan con particular gusto y elocuencia.
No obstante, cuando a un ejecutivo o profesionista lo invitan a dar una conferencia magistral en un evento relevante para su mundo, ese individuo suele sentir una mezcla de ánimo, compromiso y presión circunstancial por la alta expectativa de su desempeño.
En su definición más clásica, una conferencia es una disertación temática en público. Hoy, una conferencia es una exposición de 30 a 90 minutos –razonablemente entretenida– que ofrece una perspectiva personalísima de un asunto que se conoce con alto grado de profundidad y que es confeccionado para provocar reflexiones o acciones en un contexto determinado.
Son muchos los factores que edifican una buena plática, pero aquí tres consejos que suelo dar a quienes están en el proceso de preparación o afinamiento de un tema específico:
- El problema no es qué decir, sino qué dejar fuera.-La gran mayoría de las veces te invitan a hablar de algo que dominas. Podrías hablar un día entero del asunto. El reto, por lo tanto, no es enlistar todo lo que te gustaría exponer, sino discernir qué –de todo lo que puedes compartir— será lo más relevante para esa audiencia y entorno en particular.
Bajo esa lógica y en apego a la fórmula más simple para estructurar contenidos (introducción, cuerpo del mensaje, conclusiones y cierre), menos es más.
- El reto no es exponer sino conectar.-Tengas un alto grado de reconocimiento o fama o seas un modesto talento emergente, una conferencia bien preparada comparte una visión desde tu mundo –sin duda— pero conectándolo con el mundo de quien te escucha.
Por ello, una buena selección de conceptos debe ser enriquecida por puentes conectores (ejemplos, anécdotas o historias relevantes) cuidadosamente seleccionados para la utilidad práctica y debida reflexión de quienes amablemente te escuchan.
- Sólo la atención sostenida genera interés.-Al margen del nutrido y selecto contenido que se confeccione, el primer reto de un conferencista es captar la atención y luego sostenerla para que la exposición se convierta en una experiencia ilustrativa.
A nadie le gusta escuchar a un orador monótono o excesivamente ecuánime. De ahí que una conferencia memorable suela gozar, además de un ritmo óptimo, de buenos materiales de apoyo, objetos físicos de refuerzo, un uso astuto de las diversas herramientas tecnológicas disponibles y una buena dosis de humor.
Una conferencia no es una clase, ni tiene como propósito presumir que sabes o acreditarte profesionalmente.
Es una disertación que debe gozar de un estilo o sello específico de quien expone, procurando convertir esa experiencia particular en una deliciosa sacudida mental, que aporte perspectivas tan diversas como novedosas y que provoque reflexiones o acciones que no hubieran existido de no haberse dedicado el tiempo necesario a escucharla.
Al preparar una conferencia todo está en función del contexto y de quien la recibirá. Y es que –al final del día– ‘it´s not about you, it´s about them’.