Aspiracionistas y luchones, ¡así nos necesita México!
Columna originalmente publicada por el periódico El Financiero 14 de junio de 2021.
La vida adulta es una lucha constante. Naciendo en dependencia absoluta, a los más, nuestro entorno familiar y social nos prepara lo mejor que puede para la etapa de la vida independiente.
Entre carencias, una combinación casuística de factores en su entorno y algunas oportunidades, el ser humano construye su visión del mundo, forja su carácter, acuña ambiciones y más temprano que tarde, se ve ante el reto de ganarse la vida procurando cumplir su respectivo mosaico de aspiraciones de ser, hacer y tener.
En su definición más simple, una aspiración es un deseo intenso de conseguir algo que se considera importante. Es reflejo directo de las pretensiones que una persona tiene para sí misma y que, en el mejor de los casos, no sólo mantiene, sino que está dispuesta a sacrificar otras cosas en aras del logro.
¿Qué debemos mantener en mente quienes creemos que cada individuo no sólo debe tener múltiples aspiraciones vivas, sino que debe desarrollar el máximo posible de su potencial?
Aquí mi reflexión:
1) La diferencia entre una ilusión y una aspiración es el trabajo intencionado. – Visualizar una o varias aspiraciones de manera consistente es necesario pero insuficiente. El deseo de logro tiene que ir acompañado de la búsqueda sostenida, la preparación suficiente y el trabajar intensivo.
Dirán los críticos que las aspiraciones nutren la ambición. Y concedámosle la frase, pero entendamos que sólo quien ambiciona de manera constructiva algo es capaz de poner el esfuerzo más que proporcionado para conseguir aquello que es difícil de lograr para muchos.
2) Lo primero para ayudar es no costar. – La primera de las aspiraciones de cualquier congénere debe ser el ejercicio de su autosuficiencia y manutención, en un ambiente de libertad que potencie sus capacidades y compense sus aportaciones.
La posibilidad de hacerse cargo de sí mismo y de las responsabilidades que va adquiriendo, es el punto de partida para un sano y generoso despliegue de servicio a los demás. De poco sirve dar con la izquierda cuando se quita con la derecha.
3) Los buenos gobiernos apoyan, pero no te resuelven la vida.– Apoyan con educación, con infraestructura, con programas ligados a la salud o con ‘n’ políticas para atenuar el peso de realidades duras de vivir. Pero no se encargan –léase bien– de resolverle la vida a nadie.
Es la persona adulta, con libre albedrío y capacidad de lucha por su bienestar, quien es responsable de sí misma y, en ciertas etapas de la vida, de sus seres queridos. Esperanzar tu desarrollo individual en un gobierno o gobernante es renunciar al forjamiento de tu propio destino.
Aspirar es un ejercicio de libertad. Es un proceso dinámico (cambia en cada etapa de la vida), modificante (permite superarte a ti mismo) y trascendente (tiene efectos más allá de tu simple existencia).
Y es tan legítimo como necesario que el ser humano aspire a muchas cosas a lo largo de sus años, que no se le deben prestar oídos a nadie que –desde cualquier espacio público o privado– pretenda asociar el ‘aspiracionismo’ con algo negativo o reprochable como el egoísmo.
Hay tanto que crecer y hacer en un país como el nuestro, que las buenas voces nos deben llamar a jóvenes y adultos a luchar para superar nuestras múltiples limitaciones, a trabajar con todo por nuestro máximo potencial y a aspirar con entusiasmo a un mayor bienestar personal. ¡Así nos necesita México!