La ‘falta de criterio’ es veneno puro para el crecimiento profesional
Columna originalmente publicada por el periódico El Financiero 06 de septiembre de 2021.
No se puede comprar, ni es transmisible por ósmosis. Cuando no existe se nota tanto como la afectación que tiende a producir. Y, para desfortuna de muchos, no se atenúa con el solo paso del tiempo.
Pocas cosas limitan más el ascenso de muchas personas en su respectiva trayectoria profesional, como la notoria falta de criterio en el ámbito de sus responsabilidades operativas o gerenciales.
En su definición más simple, el criterio es una habilidad subjetiva –sustentada en la capacidad para realizar juicios de valor– que permite concretar una elección lo más óptima posible para ser decidida o aplicada en casos específicos.
¿Cómo trabajar la falta de criterio en los colaboradores funcionales de una organización?
Aquí tres consideraciones para la reflexión:
1) Discernir es el oxígeno para toda ignición intelectual. – Y es una cualidad que se trabaja a partir de aprender a pensar, distinguir y ponderar opciones ante las situaciones que se van presentando en el quehacer competitivo.
Pasar de la monocausalidad a la observación multifactorial de un asunto, implica estimular a que el colaborador aprenda a observar, a distinguir, a investigar y a reflexionar individual o colectivamente antes de brincar a conclusiones.
2) No hay juicio de valor sin la construcción de opinión. – ¿Y tú qué opinas del asunto?, suele preguntarse comúnmente en la dinámica de cualquier organización. No obstante, no en todas se está dispuesto a escuchar la opinión del individuo que está funcionalmente obligado a construirse juicios de valor.
Y sí, todo juicio se nutre de las reglas del juego y valores con los que se opera en contextos específicos, aunque implica habituarse a elaborar opiniones y a argumentarlas de la manera más profesional que se tenga al alcance.
3) El criterio se materializa en decisiones. – No en intenciones, ni en dilaciones que busquen evadir la responsabilidad de una decisión concreta, defendible e, inevitablemente, criticable u observable.
Y cuando la decisión no gusta o no resulta óptima, quien quiere formar mejor criterio en alguien más, se debe de dar tiempo para entender por qué decidió lo que decidió el sujeto de la acción y para afinar los referentes directivos, normativos o comerciales que pueden enmarcar un mejor o más completo criterio en situaciones análogas.
Si bien, la inexperiencia manifiesta explica la ausencia de criterio en muchas ocasiones, no es la causa única. La falta de criterio suele nutrirse en equipos con directivos omnicontroladores, en compañías que no confían en los procesos de reflexión y decisión de sus estructuras gerenciales o en entidades donde el castigo al error es más que proporcional a la consecuencia del error mismo.
Pero si tuviera que darle un solo consejo a un joven proactivo que estuviese interesado en afinar su ‘criterio’ en la vida profesional, me limitaría a recomendarle que se vuelva perpetuamente meticuloso en distinguir la verdad de la falsedad, lo prudente de lo imprudente, lo sensitivo de lo inerte y lo valioso de lo irrelevante.
¿Y tú ya tienes testamento público abierto?
“Nuestra conciencia de la muerte sólo llega hasta que la vida te empieza a pasar la factura”, le escuché decir al consultor Miguel Ángel Arcique hace algunos años. Hacía énfasis en una reunión de la AMASFAC CDMX de lo importante que es bien preparar el momento que inevitablemente se produce cuando la vida termina.
Septiembre es el mes del testamento. Un recordatorio público para los que tenemos hijos, bienes o derechos heredables de que debemos realizar o actualizar nuestro testamento en cualquier Notaría. Una oportunidad para ordenar la sucesión de aquello que, con trabajo y dedicación, podemos bien heredar a quien se encuentre en nuestro cosmos de afectos y responsabilidades.