Tres acciones para nutrir experiencia ante la falla o el error
Toma tiempo que un ejecutivo llegue al nivel óptimo de su desempeño en cualquier cargo. Aunque con excepciones, la curva de aprendizaje implica la necesidad de la organización de tolerar inacción por duda, error por inexperiencia o falta de pericia en la función.
Con independencia de la formación previa o el nivel de experiencia acumulada, iniciarse en una nueva responsabilidad o en un nuevo rol dentro de un proyecto clave implica cierto grado de riesgo de fallar.
Es difícil pensar que la empresa aceptará fallas que se produzcan generalmente, pero es inevitable que sucedan temporal o espacialmente. Más temprano que tarde, la evaluación del desempeño estará ponderando la suma de aciertos identificados y el valor percibido de la función, contra el costo de los errores y su impacto en el resto de la organización.
El director no puede evitar todos los errores posibles de toda su gente, pero sí puede asegurarse de que cuando sucedan se identifiquen rápido, se accione correctivamente y se procure evitar su repetición. Tres son las habilidades directivas en empresas que minimizan la exposición a la falla e inciden en una mejor gestión:
1. Desarrollo de competencias claras.- Por increíble que suene, no todo el mundo en las empresas tiene perfectamente claro qué debe hacer, cuándo, cómo y dentro de qué parámetros de decisión a su cargo. La dirección debe enfocarse en que cada persona tenga bien “delimitada su cancha”, incluido un alto grado de conocimiento de las reglas organizacionales.
2. Afinamiento del juicio y la capacidad de decisión.- Lograr que cada colaborador clave se convierta en experto de su contexto situacional y maximice su habilidad para el criterio conveniente, de acción o inacción, en los casos concretos que se le presentan en su función es una tarea continua. Más aún, si implica que la persona tenga que tomar decisiones continuas y responder por ellas.
3. Capacidad para realizar arbitraje.- La dirección debe desarrollar o, en su caso, perfeccionar el sentido para captar oportunidades específicas para la empresa en ventanas temporalmente abiertas y la capacidad para aprovecharlas con firmeza cuando se puede y se alinean a los objetivos institucionales. Hay “n” colaboradores que ni las ven, ni accionan cuando las perciben.
Desear que no haya errores o no falle nada como un mero acto de fe es la antítesis de la gestión directiva. La gente en una organización incide todos los días en lo que avanza y en lo que detiene con sus individuales y en muchas ocasiones reservadas decisiones para actuar o no actuar ante procesos, negocios o problemas específicos.
Es común en las escuelas de negocios escuchar decir que la única cosa peor que tomar decisiones equivocadas es no tomar decisión alguna.
Parafraseando, sólo hay una cosa peor que no confrontar la falla de uno o varios miembros de la organización y esto es asumir que se dirige un colectivo donde nadie va a cometer errores, porque cuando el error ocurre, el talento se observa en su respectiva y oportuna gestión.