Y tú, ¿qué tipo de problemas quieres?
Mientras unos tienen restricciones de flujo, otros tienen excedentes de caja para invertir. En tanto algunos padecen nóminas abultadas que deben ser recortadas, otros sufren la carencia de personal. Al tiempo en que ciertas empresas adolecen de espacio habilitado para sus operaciones crecientes, unos sufren restricciones contractuales para desocupar con inmediatez espacios subutilizados.
Así, en la vida de un director de empresa se asoman complicaciones de toda índole —con grados de complejidad diferentes— que se espera resuelva con la mayor de las pericias posibles y dentro de los tiempos idóneos para cada situación.
En su definición más simple, un problema es una circunstancia en la que se genera un obstáculo al curso normal u óptimo de las cosas. Es un impedimento temporal que requiere ser sobrepuesto dentro de un tiempo perentorio para que alterado retome su curso.
No hay vida empresarial libre de obstáculos, pero hay de problemas a problemas. Aquí tres criterios que ayudan a clasificarlos en función del grado de afectación identificado:
Es sólo un incidente.- Entiéndase un hecho que se produce en el transcurso de un asunto, que si bien está relacionado con los efectos que se procuran en éste, permite reaccionar apropiada y oportunamente con distintos recursos disponibles, sin suspender el desarrollo del asunto mismo o con una interrupción intrascendente para los involucrados.
Es una complicación mayor.- Hay eventos, desviaciones de curso o cambios de contexto que se convierten en reales problemas. Si fue con inmediatez y con cocción lenta no cambia el que se materialicen como obstáculos al curso óptimo de las cosas para el fin deseado que se procura.
Las formas para reaccionar y sobreponerse a esas circunstancias son tan multi-factoriales como variadas, pero lo relevante es confiar en que cierta mezcla de recursos, tiempo, talento y persistencia podrá eventualmente solucionarlos.
Es una crisis descarriladora.- Cuando un hecho es de tal magnitud que inviabiliza el efecto u objetivo originalmente buscado. Cuando el impacto resulta a tal grado perturbador que impide retomar el curso ordinario de lo que se venía haciendo o cuando resulta materialmente imposible continuar, entonces se tiene enfrente un descarrilamiento.
Esa nueva circunstancia enfrentada requiere una aproximación diferente -en ocasiones base cero- para retomar objetivos alineados a la nueva realidad.
El denominador de estos tipos de problemas es que tienen solución. No necesariamente sencilla, ni rápida, ni mucho menos libre costo o de efectos negativos frente a terceros, pero pueden solucionarse. Si algo que se tiene enfrente no es solucionable, entonces no es un problema. Es simple y llanamente un acontecimiento que debe ser asimilado.
Los problemas producen preocupación, incomodidades y molestias para propios y extraños. Sin embargo, en la empresa se confrontan malos problemas y buenos problemas. Los primeros desconcentran, desordenan, producen afectaciones comerciales negativas o crean costos que sólo minan la rentabilidad.
Los buenos problemas producen retos inesperados de magnitud insospechada y situaciones límite que suelen alertar oportunidades nuevas, identificar opciones diferentes y aproximaciones más eficientes a situaciones que admiten mejora o redimensionamiento.
Y es que en la vida empresarial no se debe anhelar la inexistencia de problemas, sino que se deben desear los buenos problemas. ¿Y tú, qué tipo de problemas tienes?